LA ALBERCA
Morir con la toga puesta
Paco Baena Bocanegra deja un legado muy superior al de los números: su lucha contra las grietas de la ley

En el último hálito de Paco Baena resucitó la libertad. Porque esa fue su misión: recitar el epitafio de Celaya. «cuando se miran de frente / los vertiginosos ojos claros de la muerte, / se dicen las verdades». La presunción de inocencia es un arma cargada de ... futuro. Esa es la gran obra del muchacho de Coín que se hizo sevillano eterno en su despacho del Porvenir. Tampoco es casualidad el nombre del barrio en el que se asentó. Un penalista eximio trabajando por la verdad, que es la madre de la esperanza. Del mañana. La obra de Paco no es limitada. Va más allá de sus 17.000 casos, de sus sorprendentes alegatos con esa oratoria mitad de rapsoda, mitad de científico del Derecho. Paco Baena Bocanegra ha sido mucho más que el abogado de Pedro Pacheco, Baltasar Garzón, el triste caso Arny o el misterioso asesinato de Almonte. Está por encima de todas las absoluciones que logró, algunas de ellas gestionadas a medias con la Virgen del Rocío, como él mismo confesaba. Paco ha sido el nazareno que ha llevado hasta la catedral de la Justicia el estandarte de la libertad. Un inocente en la cárcel es una grieta en el alma de la ley. Ese es su legado. No las miles de victorias en los tribunales, muchas de ellas contra todo pronóstico, sino la lucha abnegada en defensa del principio de inocencia. Diré más. Después de varios años resistiendo con muchísima fe el zarpazo del cáncer, ha venido a morir en los días en los que este precepto jurídico sobre el que se construyen las democracias se estaba poniendo en duda. Esa ha sido su última batalla ganada. Morir para que recordemos su misión en su obituario. Cuando la voz ya no le daba para el último alegato, expiró por el puente que va del absolutismo a la libertad para que todos podamos gritar ese ay de resurrección que nos enseñó: «Más valen cien culpables en la calle que un inocente preso». Fundamento jurídico que va de Blackstone a Franklin, pero con acento sevillano.
En las tertulias de estas fechas Paco sonó muchas veces como pregonero, pero qué pregón podría superar esa frase, que está en el corazón de la Doctrina Social de la Iglesia, del humanismo cristiano, de la cruz misma de Cristo. Baena Bocanegra luchó contra los Pilatos que condenan lavándose las manos, defendió a los que ya habían sido sentenciados por el pueblo, restauró el honor de quienes se habían equivocado y abominó de la maldad humana porque la conoció cara a cara. Se dio una lección a sí mismo cuando decidió seguir defendiendo a su primer cliente culpable. Porque practicó su fe para imponer su amor al prójimo. Su trabajó consistió en empezar a perdonar lo imperdonable. Paco Baena ha sido un universal abogado de provincias, un maestro de la palabra exacta, un doctor del argumento, un mago del Derecho y un andaluz luminoso. Un hombre inocente de prejuicios, culpable de sabiduría. Un caballero condenado por Dios a cumplir la misión de la libertad y a morir con la toga puesta.
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